martes, 21 de febrero de 2017

Consideraciones acerca del concepto de escritura en la propuesta post-estructuralista de Jacques Derrrida

BREVES CONSIDERACIONES ACERCA DEL CONCEPTO DE ESCRITURA EN LA PROPUESTA POST-ESTRUCTURALISTA DE JACQUES DERRIDA:

APORTES SOBRE ALGUNOS PROBLEMAS DEL LENGUAJE

Por: Cristian Cardozo
"Según Derrida, el intento... de purificar la teoría general kantiana sobre la relación entre las representaciones y sus objetos transformándola en filosofía del lenguaje ha de contrarrestarse haciendo de la filosofía algo todavía más impuro: algo menos profesional, más divertido... y sobre todo, más escrito".
Richard Rorty (1996:163)

I. Introducción

Al abordar la propuesta teórica de Jacques Derrida entramos de lleno a un fragmento del "universo" que se conoce bajo el nombre de pensamiento post-estructuralista. Pensamiento desde el que, en principio, se formula un doble movimiento: por un lado, estamos ante una fuerte crítica al Estructuralismo y a nociones tales como signo, verdad, representación y sentido. Lo cual sin duda, también tiene que ver con un ataque frontal a aquella filosofía ortodoxa que sostiene la existencia de una verdad objetiva que vendría a corresponderse con una realidad igualmente objetiva, exterior y aprehensible por los sujetos1. Por otro lado, se trata de teorías que instalan un nuevo campo de saber y consecuentemente con esto, nuevas categorías. En el caso de Derrida hablamos de Gramatología en tanto nuevo campo de saber, y de deconstruccióndifferancehuellamarcainjertoescritura, etc. en tanto nuevas categorías, respectivamente.
Ahora bien, el aporte de las teorías post-estructuralistas como la sostenida por Derrida reside no solamente en la puesta en tensión de aquellas categorías que sostienen tanto la episteme del estructuralismo como la de la filosofía ortodoxa sino también en el hecho de que se trata de teorías que se critican a sí mismas y que someten sus categorías y "métodos2" a los mismos procesos de desmontaje con los que desafían los alcances de los otros campos de saber. En otras palabras, al hablar de Post-estructuralismo hablamos de teorías que también se auto-decostruyen y que llevan al límite sus propias formulaciones. Pero volvamos nuevamente sobre la propuesta derrideana. ¿En qué medida estamos aquí ante un cuestionamiento del lenguaje? ¿por qué razón no estamos en condiciones de hablar más de referencia? Más aún, ¿por qué desplazar nuestra atención hacia la problemática de la escritura y considerarla como un campo de saber relevante que no sólo debe ser liberado de la tiranía del logocentrismo occidental sino también tomado como objeto de estudio?

II. Acerca de la noción de "escritura" en Derrida3

"La filosofía, acaso, no ha podido nunca razonar sobre esta multiplicidad al estar ella misma situada, inscrita, comprendida en ella. Habrá buscado sin duda la regla tranquilizadora y derecha, la norma de esta polisemia"...
Jacques Derrida (1994:34).
"El objeto escritura... es un trazado de signos previamente configurados llamados palabras. Es una articulación gráfica que, por una lógica de ocupación, posee un carácter espacial; las palabras trazadas, escritas, llenan un espacio blanco, pero esa operación sólo se puede denominar 'escritura' cuando al llenarlo produce dos clases de sentido; por un lado el que brota de la articulación de signos, por el otro, el que adquiere el blanco sobre el que los signos se trazan... el blanco se muestra... como infinito, siempre llenable, siempre imposible de llenar (...)
Uno de los primeros elementos a tener en cuenta al abordar las formulaciones derrideanas es que, ante todo, estamos frente a una problemática centrada en la experiencia del lenguaje4 aunque, tal como pondremos de manifiesto en lo que sigue, progresivamente asistimos también a una mayor preocupación centrada en torno al concepto de escritura5 y a lo que Derrida entiende por Gramatología6.
Pues bien, ¿qué entender entonces por escritura? En principio, podríamos decir junto a Derrida (1994) que antes que nada estamos frente a la necesidad de operar un desplazamiento del concepto de escritura, puesto que no puede ser comprendido más bajo la categoría de comunicación, al menos si entendemos a ésta en el sentido restringido de transmisión de sentido (Derrida, 1994:351).
La escritura... es un hecho de espacio, resultado de una espacialización. Si ésa es su índole... la escritura resulta de un espacio de apropiación de un espacio que por un lado, en la medida en que reduce el blanco, anula el espacio del que se apropia y, al mismo tiempo, crea un espacio nuevo y diferente, de índole dual; por un lado, creación de significación apropiable, por el otro, creación de una estructura física, el objeto-texto, que ocupa un lugar junto a otros objetos (...)
Ahora bien, ¿en qué medida no podemos entender la escritura ligada a este sentido restringido de la comunicación? Si la pensamos en una acepción corriente se pone de manifiesto en la escritura un poderoso medio de comunicación que va más allá del campo de lo locutorio y/o gestual. Decir, como lo acabamos de hacer, que la escritura extiende el campo y los poderes de una comunicación locutoria y/o gestual presupone una especie de ámbito "homogéneo" de la comunicación en donde la escritura, de acuerdo a Derrida, "vendría en el mismo tiempo, en el mismo espacio, a aflojar límites, a abrir el mismo campo a un alcance muy amplio... [en consecuencia]
En tanto se postula en este trabajo que escribir es una práctica, se la entiende como tal junto a otras prácticas, recibiendo de las otras y manteniendo con ellas diverso tipo de relaciones, una de las cuales es la de 'representación'. Para entender esta relación basta con recordar que la escritura está... al servicio de la lengua*... la operación de la escritura consistiría, en esa función, en representar, ya sea discursos de las otras prácticas, ya algunas de sus estructuras... en su ejercicio mismo [la escritura**] modifica aquello que se supone que representa y, al hacerlo, libera sentidos, por esa modificación, que desbordan los que estarían encerrados en lo representado...
El sentido, el contenido del mensaje semántico sería transmitido, comunicado, por diferentes medios... a una distancia mucho mayor, pero en un medio fundamentalmente continuo e igual a sí mismo, en un elemento homogéneo [léase, la escritura], a través del cual la unidad, la integridad del sentido no se vería esencialmente afectada. Toda afección sería aquí accidental"... (Derrida, 1994:351)7. Al seguir los desplazamientos operados por el desmontaje derrideano encontramos un ejemplo que tiene que ver con el lazo existente entre escritura/comunicación. Derrida señala que podría sostenerse que si los hombres escriben es porque tienen algo que comunicar, porque lo que tienen que comunicar, son su “pensamiento”, sus “ideas”, sus representaciones: "El pensamiento representativo precede y rige la comunicación que transporta la “idea”, el contenido significado, porque los hombres se encuentran ya en situación de comunicar y de comunicarse su pensamiento cuando inventan, de manera continua, este medio de comunicación que es la escritura"... (Derrida, 1994:352).
[en consecuencia] no podía no aparecer este otro problema, el de la relación del signo con la cosa... dicho con todo laconismo cuando la palabra entra en escena la cosa desaparece, o sea que reina el signo, la cosa se eclipsa, el signo se libera de la cosa, la cosa se convierte en pura conjetura... con la muerte de la cosa muere también la referencia... y, con ella, la representación... hay siempre un hueco... entre signo y cosa; ese faltante es el lugar de un 'más allá' en el cual significado y significante se diferencian... ligándose arbitrariamente... y palabra y cosa se alejan cuando las cosas son traídas por las palabras. Ese 'más allá' es el fundamento de la semiótica y en literatura llamamos significación (... )
Más aún, conforme a Derrida, una historia de la escritura en estos términos estará también de acuerdo con una ley de economía mecánica en tanto el mismo contenido, antes comunicado por gestos y sonidos, será transmitido en lo sucesivo por la escritura, y sucesivamente, por diferentes modos de notación. Con lo cual, si de lo que se trata es sobre todas las cosas de comunicar el pensamiento, el carácter representativo de la comunicación escrita será el rasgo invariante de todos los progresos subsiguientes al punto tal que el concepto de representación sea indisociable aquí de las nociones de comunicación y de expresión. En palabras de Derrida "la representación... se complicará... se convertirá en representación de representación en las escrituras jeroglíficas, ideográficas... pero la estructura representativa que señala el primer grado de la comunicación expresiva, la relación idea/signo, nunca será relevada ni transformada"... (Derrida, 1994:353). Como señalamos, la comunicación sirve entonces de vehículo a una representación como contenido ideal (lo que se llamará sentido); al tiempo que la escritura deviene en una especie de esta comunicación general. Una especie: una comunicación que comporta una especialidad relativa en el interior de un género particular (Derrida, 1994:355).
Ahora bien, el concepto de significación parece estable pero no lo es tanto... todo uso del lenguaje persigue una producción de significación... Y si bien, por definición, la significación se escapa, lo corriente es la ilusión de haberla alcanzado... Nuestro punto de vista es otro: la significación producida, puesto que no pueden salvarse las brechas que hay en el signo y entre signo y cosa, es siempre tentativa, en todo acto de lenguaje queda abierto un espacio-escena de la pérdida pero también de la validación del residuo... Lo propio de la significación, por lo tanto, sería su inagotabilidad, que descansa en la imposibilidad de capturar con palabras eso que se denomina las 'cosas'... La lectura, entonces, al igual que la escritura, puesta en la inagotabilidad pero tentada por ella, puede siempre recomenzar y siempre, por lo mismo, es insatisfactoria; está siempre 'a punto de' asir algo que, de inmediato, se evade... la cultura [entonces] se constituiría, o de hecho se constituye, entre dos imposibilidades: la de asir las cosas mediante palabras escritas, la de capturar la significación que ponen en movimiento las palabras escritas..." Noé Jitrik... 2000
Ahora bien, en este punto surgen dos cuestiones a considerar:
1) Si todo signo supone en cierta medida una ausencia es preciso que la misma en el campo de la escritura sea de un tipo original si queremos reconocerle alguna especificidad al signo escrito; 2) ligado a lo anterior, resulta que si el predicado así admitido para caracterizar la ausencia propia de la escritura se ajusta a todas las especies de signo y de comunicación, conforme a Derrida, podríamos estar ante un desplazamiento general: "la escritura ya no sería una especie de comunicación y todos los conceptos a cuya generalidad se subordinaba la escritura (el concepto mismo como sentido, idea o incautación del sentido y de la idea, el concepto de comunicación, de signo, etc.) aparecerían como no críticos, mal formados o destinados más bien a asegurar la autoridad y la fuerza de un cierto discurso histórico"... (Derrida, 1994:356). ¿Dónde buscar entonces la especificidad de la escritura8? ¿Cuáles son los rasgos propios de esta ausencia de la escritura? En principio podemos sostener junto a Derrida que todo signo escrito se adelanta en ausencia al destinatario; más aún, es preciso que la "comunicación escrita" siga siendo legible a pesar de la desaparición absoluta de todo destinatario, "es preciso que sea repetible –reiterable- en la ausencia absoluta del destinatario o del conjunto empíricamente determinable de destinatarios... Una escritura que no fuese estructuralmente legible –reiterable- más allá de la muerte de su destinatario no sería una escritura9" (Derrida, 1994:356). Con lo cual arribamos a una afirmación no menos significativa según la cual escribir es producir una marca que constituirá una especie de máquina productora que seguirá funcionando, dándose a leer y reescribir más allá de la desaparición del sujeto responsable del acto de emisión y/o de la intención de significación10.
Nuevamente surge la misma inquietud, a saber: ¿cuáles son los predicados más significativos que pueden ayudarnos a definir el concepto clásico de escritura? Pues bien, siguiendo a Derrida sabemos que:
1) Un signo escrito, en el sentido corriente de esta palabra, es así, una marca que permanece, que no se agota en el presente de su inscripción y que puede dar lugar a una repetición "en la ausencia y más allá de la presencia del sujeto empíricamente determinado que en un contexto dado la ha emitido o producido"... (Derrida, 1994:358);
2) del mismo modo, un signo escrito comporta una fuerza de ruptura con su contexto; más aún, esta fuerza de ruptura no es un predicado accidental, sino la estructura misma de lo escrito11;
3) esta fuerza de ruptura se refiere al espaciamiento que constituye el signo escrito: "espaciamiento que lo separa de los otros elementos de la cadena contextual interna... pero también de todas las formas del referente presente... objetivo o subjetivo" (Derrida, 1994:359).
"Ocurre hoy que, en ciertos casos muy notables, toda expresión por signos discretos arbitrariamente instituidos, es reemplazada por marcas de las cosas mismas, o por transposiciones, o inscripciones que derivan directamente de ellas. La gran invención de hacer las leyes sensibles al ojo y como legibles para la vista se ha incorporado al conocimiento, y dobla de alguna manera el mundo de la experiencia con un mundo visible de curvas, de superficies, de diagramas que transponen las propiedades en figuras de las que, siguiendo las inflexiones del ojo, probamos, por la conciencia de este movimiento, el sentimiento de las vicisitudes de un tamaño. Lo gráfico es capaz del continuo del que el habla es incapaz; predomina sobre ella en evidencia y en precisión. Es ella, sin duda, quien le ordena existir, quien le da un sentido, quien la interpreta; pero no es por ella ya por lo que el acto de posesión mental se consuma. Se ve constituir poco a poco una especie de ideografía que tiene como gramática un conjunto de convenciones preliminares (escalas, ejes, redes, etc. ...)" (...) Paul Válery
Frente a los rasgos que acabamos de señalar acerca del concepto clásico de escritura bien podríamos darnos por satisfechos sin embargo ¿estamos en condiciones de afirmar que los mismos se reservan solamente a la comunicación escrita? (Derrida, 1994:359). Como es de esperarse, la negación a lo anterior no puede hacerse esperar12: ¿acaso la iterabilidad no es predicable para todo lenguaje en la medida en que toda forma significante sólo puede constituirse como tal a partir de su reconocimiento con respecto a un código y a partir de su repetición? A propósito de esto leemos en Derrida: "Consideremos un elemento cualquiera del lenguaje hablado... la primera condición para que funcione: su localización con respecto a un código... digamos que una cierta identidad de este elemento... debe permitir el reconocimiento y la repetición del mismo... es preciso poder reconocer la identidad... de una forma significante... Esta unidad de la forma significante no se constituye sino por su iterabilidad, por la posibilidad de ser repetida en la ausencia no solamente de su 'referente'... sino en la ausencia de un significado determinado o de la intención de significación actual, como de toda intención de comunicación presente. Esta posibilidad estructural de ser separado del referente o del significado (por tanto, de la comunicación y de su contexto) me parece que hace de toda marca, aunque sea oral, un grafema en general, es decir... la permanencia no-presente de una marca diferencial separada de su pretendida 'producción' u origen..." (Derrida; 1994:359). Si reparamos ahora en esta ausencia de referente e incluso, del sentido del significado entramos de lleno a una discusión que no sólo pasa por la especificidad de la escritura sino también por las posibilidades de representación de todo lenguaje. En efecto, en términos derrideanos la ausencia de referente es una posibilidad admitida con bastante facilidad; más aún, dicha ausencia o vacío parece no resultar un problema, al menos para algunos teóricos como el propio Derrida o bien, en el caso de Rorty para quien no estamos en condiciones de hablar de representación ni de nada que se le parezca13. Pero volvamos sobre esta ausencia de referente a la que aludíamos con anterioridad. Al parecer estaríamos, al menos, ante una doble posibilidad: todo enunciado cuyo objeto de representación es posible puede muy bien ser proferido y oído sin que su objeto real (su referente) esté presente14. De acuerdo a Derrida, es algo propio de la estructura de posibilidad de este enunciado el poder formarse y poder funcionar como referencia vacía o separada de su referente (Derrida, 1994:360). Más aún, sin esta posibilidad no habría enunciados. Como segunda posibilidad aparece también la ausencia de significado15. De lo sostenido por Derrida nos interesa sobre todo que ciertos enunciados puedan tener un sentido mientras estén privados de significación objetiva. Tal es el caso de la proposición "El círculo es cuadrado" en donde al estar separada de todo referente se presenta provista de sentido. Ahora bien, si Derrida está en lo cierto acerca de esta doble posibilidad que acabamos de comentar a punto tal que la misma deviene en condición necesaria de la estructura de posibilidad de algunos enunciados ¿en dónde ha quedado entonces el mundo16? Si el lenguaje viene a hablarnos desde el lugar de una ausencia a la que intenta colmar ¿dónde buscar los límites para decidir acerca del sentido de cualquier enunciado17? Más aún, si la escritura se encuentra lejos de comunicar un sentido estable en la medida en que no podemos hablar siquiera de sentido ¿qué decir sobre una escritura que al parecer está condenada a negarse a sí misma? Reparemos ahora en las conclusiones a las que arriba Derrida pese a los interrogantes que acabamos de señalar:
"1) en tanto que escritura, la comunicación... no es medio de transporte del sentido, el intercambio de las intenciones y del querer-decir, el discurso y la 'comunicación' de las conciencias. No asistimos a un final de la escritura que restauraría... una transparencia o una inmediatez de las relaciones sociales, sino al despliegue histórico cada vez más poderoso de una escritura general de la cual el sistema del habla, de la consciencia, del sentido, de la presencia, de la verdad... no sería sino un efecto, y como tal debe ser analizado...
2) el horizonte semántico que habitualmente gobierna la noción de comunicación es excedido o hecho estallar por la intervención de la escritura, es decir, de una diseminación que no se reduce a una polisemia. La escritura se lee, no da lugar... a un desciframiento hermenéutico, a la clarificación de un sentido o a una verdad.
3) a pesar del desplazamiento general del concepto clásico, 'filosófico', occidental, etc., de escritura, parece necesario conservar, provisionalmente y estratégicamente, el viejo nombre... La deconstrucción no puede limitarse o pasar inmediatamente a una neutralización: debe... practicar una inversión de la oposición clásica y un desplazamiento del sistema"
 (Derrida, 1994:371). Pues bien, como señalamos antes, ni escritura como comunicación, ni escritura como medio o transporte de sentido y mucho menos, de una verdad. Con lo cual, nos encontramos de nuevo casi en donde empezamos y con el mismo problema entre manos: ¿de qué hablamos cuando hablamos de escritura?

III. Nuevas consideraciones acerca de la escritura en Derrida: el problema de la significación en el lenguaje22.

"Lo que la lingüística denomina escritura no tiene sino una relación de 'parentesco' con lo que la Gramatología llama con el mismo nombre. El problema está entonces en saber 'POR QUE EL NOMBRE DE ESCRITURA PERMANECE EN ESTA X, EN ESTA INCÓGNITA QUE SE VUELVE TAN DIFERENTE DE LO QUE SIEMPRE SE HA LLAMADO ESCRITURA' "..
Philippe Sollers23

Si reparamos en lo señalado hasta aquí se pone de manifiesto el carácter inasible de una definición estable (y/o satisfactoria) de la escritura24 puesto que no estamos en condiciones de dar cuenta de aquello que tiene que ver con su especificidad. Pese a esto, hay algunos elementos significativos que van esbozando la idea que Derrida tiene en mente cuando habla de escritura. En principio, las operaciones deconstructivas ponen de manifiesto que si bien la escritura está afectada por ambigüedades, metáforas, imágenes, elipsis, etc., todos estos deslices textuales no constituyen una característica desgraciada de la escritura (si es que se concibe a esta última como representación imperfecta del habla), sino la esencia misma del lenguaje. Con lo cual lo que Derrida viene a decirnos es que estamos muy lejos de seguir pensando al lenguaje como algo que nos permite acceder al mundo a través de una relación transparente y úni(vo)ca. Dicho de otra manera, no hay una relación transparente entre lenguaje y mundo en la medida en que todo lenguaje configura aquello que entendemos por lo real y ordena nuestra experiencia. Con lo cual si es pensable que por medio del lenguaje se trazan diferencias para organizar de esa manera aquello que el sujeto percibe, es decir, que el lenguaje produce cortes en la continuidad de los estados de afección25 al ponerlos en relato, se trata entonces, de una palabra en discontinuidad que simula un continuo imaginario al configurar una relación causal entre los fenómenos. Más aún, valiéndonos de algunas reflexiones hechas por Oscar del Barco26, lo que Derrida parece decirnos es que sólo alucinando podemos presentar al lenguaje como una totalidad de facto "pues en realidad siempre estamos también en la ausencia de ese lenguaje, ya que es dispersión sin centro, fuga de trozos, estallido de algo que nunca fue ni presencia total ni algo; los juegos del lenguaje nos llevan a esta concepción flotante, no sustancial del lenguaje: no una cadena de significantes sino el estallido de los significantes... De allí que la realidad sea fuga, una permanente promesa que excluye como tal toda realización" (del Barco, 1993:470). De ahí que para Derrida el sentido nunca pueda ser unívoco mucho menos si hablamos de significaciones puestas en circulación en el plano de lo social. Más aún, el sentido siempre está más allá de lo que podemos sospechar; hay pues, diseminación de sentidos. En consecuencia, no debe sorprendernos que para Derrida el sentido sea indeci(di)ble. Con lo cual si no se puede decir y decidir cuál es el sentido que actualizamos en ese lenguaje que viene a hablarnos del mundo, necesariamente arribamos también a una noción de escritura que no puede permanecer ajena a todos estos desajustes. Vale decir, arribamos a una escritura concebida en los términos de un proceso abierto a la diseminación de sentidos27. Pero, antes de volver sobre el tópico de la escritura28, detengámonos un momento sobre lo que acabamos de apuntar a propósito de la problemática del lenguaje y del sentido. ¿Dónde buscar una posible explicación a todos estos desajustes tan bien señalados por Derrida? ¿en qué medida estamos en condiciones de afirmar junto con él este fenómeno que puede designarse como "el desplazamiento del lenguaje a la escritura"? Leemos en Derrida:
El problema del lenguaje, cualquiera sea lo que se piense al respecto, nunca fue por cierto un problema entre otros... Esta inflación del signo 'lenguaje' es la inflación del signo mismo, la inflación absoluta, la inflación como tal. No obstante... funciona aún como signo; esta crisis es también un síntoma. Indica, como a pesar suyo, que una época histórico-metafísica 'debe' determinar finalmente como lenguaje la totalidad de su horizonte problemático... debe hacerlo porque simultáneamente el lenguaje se halla amenazado en su propia vida, desamparado, desamarrado por no tener ya límites, remitido a su propia finitud en el preciso momento en que sus límites parecen borrarse, en el momento en que deja de estar afirmado sobre sí mismo, contenido y 'delimitado' por el significado infinito que parecía excederlo (Derrida; 1998:11).
Todo lo que por más de veinte siglos se resumió bajo el nombre de lenguaje aparece ahora como una especie de la escritura en la medida en que esta última parecer exceder y desbordar la extensión del lenguaje. En términos de Derrida, el advenimiento de la escritura es el "advenimiento del juego" el cual va hacia sí mismo no sólo borrando el límite desde el que se creyó poder ordenar la circulación de los signos sino también arrastrando consigo todos los significados tranquilizadores que vigilaban el campo del lenguaje. Lo cual, en principio, equivale a: 1] "destruir el concepto de 'signo' y toda su lógica" (Derrida; 1998:12) sobre todo el derivado de la Lingüística de Saussure29; 2] poner de manifiesto que la escritura ha venido desempeñando hasta ahora una función subordinada al habla y al significado a punto tal que el concepto de signo se ha construido sobre "la humillación de la escritura30"; 3]desmontar la idea de escritura como técnica al servicio del lenguaje y, finalmente, 4] dar cuenta de que la escritura excede tanto al habla como a la representación en la medida en que no puede seguir sosteniéndose que su función (por cierto limitada y derivada, de acuerdo a Saussure) reside en ser representativa del habla. Vale decir: "significante del primer significante, representación de la voz presente en sí misma, de la significación inmediata, natural y directa del sentido (del significado, del concepto, del objeto ideal o como se quiera)" (Derrida; 1998:40). Si reparamos en lo último que acabamos de señalar, cobra nuevamente visibilidad el problema de la representación en el lenguaje y, como apuntáramos antes, la problemática del sentido sobre la cual venimos trabajando: ya señalamos las limitaciones que aparecen a la hora de hablar acerca de la "integridad" del sentido. Ahora bien, ¿en qué residen estas limitaciones? Vayamos por partes: Derrida señala que la noción de signo en Saussure resulta ser la unidad de una heterogeneidad puesto que el significado nunca es contemporáneo del orden del significante; a lo sumo es su reverso sutilmente desplazado ya que "el significado (sentido o cosa, noema o realidad) no es en sí un significante, una huella: en todo caso no está constituido en su sentido por la huella posible. [Más aún] La esencia formal del significado es la 'presencia' "... (Derrida; 1998:25-26). Por el contrario, en Derrida encontramos un privilegio acordado al lugar de la ausencia: en efecto, en la relación significado/significante no hay una relación estrecha, sino más bien una separación constante para poder reunirse en diferentes combinatorias. Más aún, ningún elemento puede funcionar como signo sino que refiere a un elemento ausente; el resultado de esta diferencia o distancia entre significado/significante hace que cada palabra se de a partir de lo que Derrida entiende por huellas31. ¿Qué entender entonces por la noción derrideana de huella? En principio, podría decirse que toda huella marcaría un estado que la precede en esta remisión constante hacia el lugar de la ausencia; es no sólo la desaparición del origen sino que necesariamente implica que el origen (o archi-huella) nunca ha desaparecido en la medida en que nunca fue ni pudo ser constituido32. Más aún, si a la hora de hablar sobre el origen del sentido hablamos de una archi-huella no obstante "sabemos que este concepto destruye su nombre y que, si todo comienza por la huella, no hay sobre todo una huella originaria33" (Derrida; 1998:80).
Ahora bien, sabemos que el lenguaje no agota el mundo en su representación34 y que no estamos en condiciones de hablar de la univocidad del sentido. Antes, más bien y conforme a Derrida, debemos hablar de diseminación puesto que el lenguaje estaría abierto a la dispersión. En este sentido, una de las consecuencias derivadas de los planteos derrideanos reside en el desmontaje de esa ilusión de continuidad formulada en y por el lenguaje. Más aún, de acuerdo a Derrida, habría una intencionalidad pronunciada de conjurar por medio del lenguaje y de la escritura (entendida en los términos de técnica auxiliar de aquél) la amenaza de la dispersión y de la discontinuidad que afecta al mundo y a la propia habla. A propósito de esto último y de la escritura filosófica leemos en Derrida:
La filosofía se escribe... Irreversiblemente algo se pierde, en la escritura, de esta presencia de sentido, de esta verdad que es, sin embargo, el gran, el solo tema del filósofo. Ahora bien, el filósofo escribe contra la escritura, escribe para reparar la pérdida de la escritura... el filósofo escribe para mantenerse en el círculo logocéntrico. Pero también para reconstituirlo, para interiorizar una presencia continua e ideal de la que sabe... poco importa puesto que sufre de todos modos su efecto, que ya ha sido rota en la voz misma. La discontinuidad, la demora, la heterogeneidad, la alteridad trabajan ya la voz, produciéndola desde su primer soplo en sistema de marcas diferenciales... La escritura filosófica viene entonces literalmente a llenar esta brecha, a cerrar la compuerta y a soñar la virgen continuidad. De donde el argumento... que opone lo continuo de la escritura, o más bien de lo gráfico, al discontinuo del habla... Asustado por la diferencia en el oírse-hablar, por la escritura en el habla, escribe... para borrar, para olvidar que, cuando habla, el mal de la cifra [la alteridad, la dispersión, lo discontinuo] está ya allí en germen... Estas cifras filosóficas formalizan la lengua natural y tienden a soldar, por el contrato de su formalidad convencional, una especie de cadena de seguridad, de plenitud casi continua que a veces los hace parecerse a la cosa misma. Tienden a borrar las rupturas, los hundimientos que trabajan el habla y la escritura en lo que se llama la lengua natural que también es, ya, una organización diasistémica, un sistema de signos arbitrarios, en todo caso discretos y diacríticos... (Derrida; 1994:331-33235).
Discontinuidad, dispersión, ruptura, demora, heterogeneidad, hundimiento, desorden, caos, alteridad. En otras palabras, el mundo o bien, aquello que se trata de conjurar y dominar por medio de un lenguaje que ya no resiste (ni nunca pudo hacerlo) ni contiene36 la fuerza demoledora de lo que escapa a las posibilidades de representación, de lo que excede al lenguaje y lo arroja hacia sí mismo acorralándolo en sus límites.
De todo lo señalado hasta aquí consideramos pertinente recuperar en lo que sigue la afirmación derrideana según la cual la escritura vendría a desbordar al lenguaje en la medida en que éste se encontraría amenazado en su propia vida y desamparado ante su carencia de límites y su propia finitud. En términos de Derrida, puede decirse que todo sucede como si el concepto occidental de lenguaje se mostrara en tanto apariencia o disfraz de una escritura primera (Derrida; 1998:12) la cual, a su vez, lo comprendería37. Pero ¿qué tiene en mente Derrida cuando hace esta afirmación?:
Afirmar de esta manera que el concepto de escritura excede e implica el de lenguaje, supone una determinada definición del lenguaje y de la escritura... Desde hace un tiempo... se decía 'lenguaje' en lugar de acción, movimiento, pensamiento, reflexión, consciencia, inconsciente, experiencia, afectividad, etcétera. Se tiende ahora a decir 'escritura' en lugar de todo esto y de otra cosa: se designa así no sólo los gestos físicos de la inscripción literal, pictográfica o ideográfica, sino también la totalidad de lo que la hace posible... y a partir de esto, todo aquello que pueda dar lugar a una inscripción en general(Derrida; 1998:14).
Vale decir, estamos aquí ante una escritura "otra" o bien, siguiendo a Derrida, frente a una "archi-escritura" en la medida en que, tal como leemos más arriba, abarca no solamente los signos lingüísticos sino también todos los signos posibles: en efecto, abarca el habla, la escritura (en sentido restringido), y toda experiencia humana que se manifieste como un lenguaje. Si nos detenemos en lo que acabamos de señalar no pueden perderse de vista al menos dos elementos que subyacen en lo anterior y que resultan significativos para acercarnos a una mejor aprehensión de lo formulado por Derrida:
1) la archi-escritura no puede (en tanto condición de todo sistema lingüístico38) formar parte del sistema lingüístico en sí mismo39: no puede estar situada como objeto dentro de su campo (Derrida; 1998:78) Lo cual, siguiendo a Derrida, no quiere decir que tenga un lugar real en otra parte o en otro sitio determinable. En este punto (y a propósito de todo signo posible) no debe perderse de vista que para Derrida la archi-escritura actúa tanto en la forma y en la sustancia de la expresión gráfica como en las de la expresión no gráfica. Con lo cual, constituye no sólo aquello que une la forma con toda sustancia (sea gráfica o de otro tipo) sino también "el movimiento de la signo-función que vincula un contenido con una expresión, sea o no gráfica"40 (Derrida; 1998:78). De ahí que Derrida entienda la archi-escritura como movimiento de la diferencia o archi-síntesis irreductible que abre simultáneamente la relación con el (lo) otro y el lenguaje. En otros términos, de ahí la serie archi-escrituraarchi-rastro o diferancia en donde cada término resulta indistinto en la medida en que cubren un área de significación similar y que, en consecuencia, vienen a hablarnos de lo mismo;
2) como segundo elemento a considerar encontramos que el concepto vulgar de escritura sólo pudo imponerse históricamente mediante la disimulación de la archi-escritura; mediante "el deseo de un habla que expulsa su otro y su doble y trabaja en la reducción de la diferencia41"e> (Derrida, 1998:73).
En síntesis: si es cierto que la escritura excede al lenguaje estamos entonces ante una suerte de violencia ejercida por la letra escrita. Más aún, se trata de una violencia/usurpación originaria de la escritura, puesto que el lenguaje es ante todo escritura y en todo caso, al revés de lo aprendido, la usurpación del lenguaje existe desde el principio y recién ahora nos es develada. Con lo cual, el rechazo que afecta a la escritura viene precisamente de un pensamiento que la concibe como representación de la voz, como técnica auxiliar del habla y como clausura de la memoria, en la medida en que la escritura, en tanto medio que viene a suplir a la memoria espontánea (o la buena memoria), aparece emparentada al olvido. Más aún, significa el olvido. Un olvido que ejerce violencia, habida cuenta que la escritura es también una forma de poder, o más precisamente, un ejercicio de poder que impone modos de mirar el mundo42.

IV. Consideraciones finales.

Al abordar la problemática de la escritura lo hicimos posicionándonos en distintas dimensiones o planos que hacen a su especificidad buscando algo así como vías de entrada diversificadas (¿miradas diferenciadas sobre ella?), o bien, en términos de Derrida, indagamos (a lo largo de nuestra reflexión) a la saga de una pluralidad que nos permitiera sopesar, a partir del juego de las diferencias, de qué hablamos cuando hacemos referencia a la "noción" de escritura43. Esto es, claro está, si es que estamos en condiciones de sostener y de adherir a algo así como la existencia de una noción de escritura que se encuentre emparentada con el campo de saber44 en el que piensa Derrida y más aún, si es que todavía estamos al alcance de pensar en un concepto de escritura que no sea desbordado y en consecuencia, puesto en crisis, por la problemática que se cierne sobre él.
Si reparamos en los pasajes citados que corresponden a Noé Jitrik y a Paul Válery los mismos encontraron su pertinencia en nuestro escrito en la medida en que se esperaba de ellos una función de correlatos con relación a lo desarrollado en el texto principal sin que esta función implicase anular o desestimar la particularidad (y/o singularidad) de cada uno de ellos. En efecto, si repasamos rápidamente el texto de Válery en el mismo sale a la luz cómo el lenguaje (en éste caso, se trata de los lenguajes formales45) y sobre todo lo gráfico aseguran una idea de continuum y condicionan nuestra percepción del mundo a tal punto que esta suerte de ideografía con su gramática (basada en escalas, ejes, redes, etc.) se interpone entre el sujeto que mira y el mundo; un mundo ajeno (pero visible) de curvas, de superficies, de diagramas que vienen a poblarlo y paradójicamente, a volver aprehensible algo que sólo parece ser lenguaje. Por su parte, en Jitrik se pone de manifiesto que su filiación con Derrida está dada, sobre todo, por la relación conflictiva que se señala a propósito de la tensividad signo/cosa, por la incapacidad del lenguaje para contener y representar aquello que lo excede y consecuentemente con esto, por la anulación que la propuesta derrideana hace del referente a punto tal de sostener que "cuando la palabra entra en escena la cosa desaparece, o sea que reina el signo, la cosa se eclipsa, el signo se libera de la cosa, la cosa se convierte en pura conjetura... con la muerte de la cosa muere también la referencia... y, con ella, la representación..." (Jitrik; 2000:46). Con lo cual, y ya para cerrar, lejos de quedarnos tranquilos, cobra visibilidad un elemento no menos significativo que todo lo anterior y que ha ido emergiendo paulatinamente a lo largo del escrito. Esto es: si decimos junto a Derrida (y también a Jitrik) que existe una distancia irreductible entre signo y cosa y que no estamos en condiciones de hablar ni de referencia ni de representación, ¿sobre qué objeto(s) trabaja la escritura? En otras palabras: cuando nos sentamos a escribir, a llenar ese vacío de la hoja en blanco, ¿acerca de qué escribimos? Si el mundo en tanto extensión material se presenta como inaccesible y la significación implica una imposibilidad de lo real,¿hasta qué punto la escritura no deviene en un objeto auto-referencial separado del mundo y condenado a hablar de sí mismo? Y si esto es así, ¿hasta qué punto estamos en condiciones de sostener una escritura que sea en esencia auto-referencial?
Notas
  1. En este punto se puede pensar en teorías realistas de la verdad como las sostenidas (salvando la especificidad de cada formulación) por autores tales como Saul Kripke, Michael Dummett, Thomas Nagel, etc. Para una lectura completa sobre las distintas teorías de la verdad formuladas en el interior de la filosofía como disciplina remitimos a Alfonso García Suárez. Véase sobre todo págs. 188 y ss. (García Suárez:1997).
  2. En este punto hablamos de método o metodología para dar cuenta de la forma en que opera el pensamiento post-estructuralista que estamos comentando aunque, claro está, en Derrida tales nociones no sólo no se ajustan a sus formulaciones teóricas sino que también son puestas en tensión. Más aún, para Derrida no hay métodos en tanto que, de acuerdo a su posición, todo método es una ficción. Cualquier lectura de un texto es también una re-escritura del mismo. Con lo cual, las posibilidades de hablar sobre el sentido último o definitivo siempre están en suspenso.
  3. Tanto la noción de escritura como aquellas consideraciones con respecto al lenguaje se desarrollaron a partir de la siguiente bibliografía: Derrida (1998), (1995) y (1994). Asimismo las consideraciones de Rorty con respecto a Derrida fueron de mucho valor. Véase Rorty(1996).
  4. De ahí la insistencia derrideana en sopesar y desmontar categorías tales como lengua, habla, palabra, signo, sentido, representación, significado, significante, etc.
  5. Esto se debe, como veremos más adelante, al hecho de que para Derrida tanto la problemática del lenguaje como la centrada en la escritura constituyen un único y mismo campo teórico a punto tal que lenguaje y escritura se presentan como indisociables.
  6. Cuando Derrida habla de Gramatología hace referencia a una semiótica donde el signo se explicaría a partir de la deconstrucción. Más aún, se trata de proponer la Gramatología como teoría de la escritura (vale decir, como pensamiento de la huella, de la differance, de la diseminación). En relación con este campo de saber leemos en Derrida: "Mediante la alusión a una ciencia de la escritura dominada por la metáfora, la metafísica y la teología, el exergo [con el que se abre De la Gramatología] no sólo debe anunciar que la ciencia de la escritura –la gramatología-da signos de su liberación, gracias a esfuerzos que son decisivos en todo el mundo. Necesariamente estos esfuerzos son discretos y dispersos, casi imperceptibles: ello pertenece a su sentido y a la naturaleza del medio en el que producen su operación. Quisiéramos sugerir de manera particular que, por necesaria y fecunda que fuese su empresa e incluso si, en la hipótesis más favorable, superara todos los obstáculos técnicos y epistemológicos, todas las barreras teológicas y metafísicas que la han limitado hasta el presente, una ciencia de la escritura semejante corre el riesgo de no nacer nunca como taly con ese nombre. De no poder definir nunca la unidad de su proyecto y de su objeto. De no poder escribir el discurso de su método ni describir los límites de su campo..." (Derrida, 1998:9). Para una lectura más completa remitimos a Derrida (1998). Véase sobre todo págs. 9 y ss. y 66.
  7. Más adelante volveremos sobre las posibilidades de hablar acerca de la "integridad" del sentido.
  8. En este punto de la reflexión, Derrida formula una serie de rasgos propios de la escritura para luego someterlos a un nuevo desmontaje. En efecto, como rasgos nucleares de toda escritura señala: 1) la ruptura con el horizonte de la comunicación como comunicación de las conciencias o de la presencia o como transporte lingüístico o semántico del querer decir; 2) la sustracción de toda escritura al horizonte semántico o al horizonte hermenéutico que, en tanto al menos que horizonte de sentido, se deja estallar por la escritura; 3) la necesidad de separar, de alguna manera, del concepto de polisemia lo que he llamado en otra parte diseminación y que es también el concepto de la escritura; 4) la descalificación o el límite del concepto de contexto, "real" o "lingüístico", del que la escritura hace imposibles la determinación teórica o la saturación empírica o insuficientes con todo rigor. Ahora bien, de acuerdo a Derrida "los rasgos que se pueden reconocer en el concepto clásico y rigurosamente definido de escritura son generalizables... no sólo para otros órdenes de signos y para todos los lenguajes en general, sino incluso, para todo el campo de lo que la filosofía llamaría la experiencia, incluso la experiencia del ser: la llamada 'presencia' " (Derrida, 1994:357-358).
  9. Para Derrida la posibilidad de repetir y de identificar las marcas está presente en todo código en la medida en que hace de éste una clave repetible por un tercero y, por tanto, por todo usuario posible en general. En consecuencia, toda escritura debe poder funcionar en la ausencia radical de todo destinatario empíricamente determinado en general (Derrida, 1994:356-7).
  10. En este punto hablamos de intención ajustándonos a la formulación derrideana aunque creemos que este concepto es bastante problemático en la medida en que se torna difícil poder dar cuenta de la intención de todo acto de significación. En consecuencia, desde nuestra posición teórica preferimos hablar de intencionalidad entendiendo por ésta una orientación (en este caso de sentido) no consciente por parte del sujeto.
  11. Cuando Derrida habla de ruptura con el contexto hace referencia al conjunto de las presencias que organizan el momento desde de su inscripción. Si pensamos también en lo que puede designarse como contexto real, esta ruptura con el contexto se hace más patente.
  12. Nótese cómo, en lo que sigue, la lectura deconstructiva cuyas operaciones tratan de dar con el desliz textual en el que se manifiesta que el significado del texto no es justamente el que se está proponiendo, sino otro acaso contradictorio es llevado al extremo. A propósito de esto último, en términos de Derrida, podría sostenerse que el significado de un texto no es sencillamente una función de unos sentidos preestablecidos para cada término y de unas reglas sintácticas con cuya ayuda se construyen enunciados.
  13. Remitimos aquí a Rorty (1997).
  14. Tomemos como ejemplo los mundos construidos por los relatos de ciencia-ficción.
  15. En este punto Derrida se apoya en las formulaciones acerca del significado hechas por Husserl.
  16. Cuando hablamos de mundo hacemos referencia al orden de lo material, de los cuerpos. O bien, más precisamente aludimos a lo que Hilary Putnam entiende por mundo exterior. Ver: Putnam (1998); (1995).
  17. Derrida habla indistintamente de significado y de sentido. ¿Qué entiende por estas nociones? En principio, podría decirse que para Derrida, el significado es, a lo estructuralista, un producto de diferencias; al mismo tiempo viene a alertarnos acerca de cómo este significado está diferido en el tiempo. Más aún, la deconstrucción derrideana apunta claramente a dar cuenta sobre la inexistencia de un significado trascendental, o de una referencia objetiva que pueda ser señalada: por esta razón en algunas ocasiones Derrida sostiene que la referencia es una cuestión de intertextualidad. Dicho de otro modo, todo lo que viene a afirmares que existe una pluralidad de sentidos y que no se puede decidir la superioridad de uno sobre el otro por su ligadura con la objetividad del mundo puesto que hablar acerca de algo así como de objetividad es sólo una quimera: en consecuencia, tal como sostiene Carmen González Marín "el mundo es textualidad, más vulgarmente escritura; un ámbito de infinita libertad, de infinito riesgo" In: (Derrida, 1994:11).
  18. (*) Esto es para cierta línea dentro de la lingüística, por ejemplo, los estudiosos del círculo de Praga, para quienes la escritura tiene un carácter meramente instrumental. Nótese de paso, como en este punto, hay una separación o bien, una toma de distancia con lo propuesto por Derrida.
  19. (**) Puesto que se trata de una cita extensa en algunos casos interpolaremos aquellos elementos que aseguren la línea de sentido o la idea que se viene desarrollando.
  20. (***) Una de las razones por las cuales decidimos incluir estos pasajes del texto de Jitrik tiene que ver con el hecho de que no sólo presentan otra mirada acerca de la escritura en tanto objeto sino que la misma (hablamos de la mirada) estaría inspirada en la Gramatología derrideana.
  21. (****) Citado in: Derrida (1994), págs. 332-333.
  22. Si es cierto que el conocimiento es plural y se define a partir del juego de las diferencias, la escritura no permanece ajena a esto último. En consecuencia, en lo que sigue abordaremos esta "noción" posicionándonos en distintas dimensiones o niveles que hacen a su problemática y a su "pretendida" especificidad.
  23. El texto citado pertenece a "Un paso sobre la luna". In: Derrida (1998:Xiii).
  24. Si es que se nos permite hablar del carácter estable de cualquier definición.
  25. Cuando hablamos de afección únicamente hacemos referencia a la relación (al margen de la especificidad o naturaleza de esta última) que se establece entre sujeto y mundo exterior (o bien, orden de los cuerpos materiales) en la medida en que el sujeto se ve afectado por ese mundo que lo rodea. Con lo cual obturamos las posibilidades de leer los estados de afección desde una sede psicológica o afín a esta última.
  26. En este punto creímos pertinente valernos de algunas consideraciones formuladas por Oscar del Barco en la medida en que se trata de un autor que trabaja desde la sede disciplinar de la Filosofía sobre problemas relacionados con el lenguaje. Con un agregado más: se trata también de uno de los traductores (junto a Conrado Ceretti) de De la grammatologie al español para la edición de Siglo XXI que estamos manejando.
  27. Nótese cómo en Derrida constantemente se pone de manifiesto que pronunciarse sobre la escritura es pronunciarse al mismo tiempo sobre problemas referidos al lenguaje a tal punto que se hace patente que "la pregunta por el origen de la escritura y la del origen del lenguaje muy difícilmente se separan" (Derrida; 1998:38). De ahí que sean recurrentes en sus formulaciones los problemas referidos al signo, al sentido, a la referencia, etc. Problemas que, si bien exceden los alcances del presente trabajo, pueden encontrar una vía de explicación a partir de lo que sigue: si pensamos en el problema del sentido encontramos que la escritura lejos de ser un medio auxiliar se presenta como condición de posibilidad del lenguaje. Con lo cual, el problema del sentido está ligado desde el comienzo a la práctica de la escritura. Ahora bien, para Derrida todo texto es un punto en la cadena de la escritura; más aún, un lugar de cruce donde se practica la escritura. En rigor, puede señalarse que el texto se entiende como dispositivo que no puede explicarse con una metodología puesto que toda metodología es para Derrida una ficción habida cuenta que el sentido sería indeci(di)ble. En otros términos: el texto se explicaría a sí mismo en tanto es un tejido abierto al infinito. Más aún, la relación entre los textos es en Derrida un recorrido laberíntico en tanto el texto sería algo esparcido: en consecuencia (y volviendo ahora sobre los problemas referidos al signo, a la significación, a la referencia, etc.) no hay sentido sino diseminación: no hay más posibilidades de hablar de referente y de representación.
  28. Y habida cuenta que el problema del lenguaje y de la escritura resultan muy difíciles de separar.
  29. Para mayores precisiones acerca del desmontaje de la noción de signo derivada de Saussure remitimos directamente a la primera parte de Derrida (1998). Véase sobre todo págs. 38 a 57. En el tramo que sigue sólo nos limitaremos a recuperar aquellas cuestiones nucleares referidas al lenguaje que nos permitan retomar nuestras reflexiones sobre el problema de la escritura en Derrida.
  30. En este punto lo que Derrida apunta a señalar es que la Lingüística de Saussure se conforma como disciplina (o campo de saber en términos de Foucault) sobre la base (por cierto, arbitraria) de dejar de lado como objeto de estudio la problemática de la escritura al confinarla como algo auxiliar y exterior al sistema de la lengua. En este sentido, leemos en Derrida: "La ciencia lingüística determina el lenguaje... como la unidad de phoné, glossa y logos. Esta determinación es anterior, de derecho, a todas las diferenciaciones eventuales que han podido surgir en los sistemas terminológicos de las distintas escuelas (lengua/habla; código/mensaje; esquema/uso; lingüística/lógica; fonología/fonemática/fonética/glosemática). Inclusive si se quisiera confinar la sonoridad en el ámbito del significante sensible y contingente... sería necesario admitir que la unidad inmediata y privilegiada que funda la significancia y el acto del lenguaje es la unidad articulada del sonido y del sentido en la fonía. Frente a esta unidad la escritura sería derivada, agregada, particular, exterior... Ese factum de la escritura fonética [en la medida en que la escritura es la representación del sistema de la lengua] es masivo, es verdadero, dirige toda nuestra cultura y nuestra ciencia... No responde sin embargo a ninguna necesidad de esencia absoluta y universal"... (Derrida:1998:39-41). O bien: "Lo que Saussure veía sin verlo... es que un cierto modelo de escritura [la fonética] se ha impuesto necesaria pero provisionalmente... como instrumento y técnica de representación de un sistema de la lengua. Y este movimiento... fue tan profundo que permitió pensar, en la lengua, conceptos como los de signo, técnica, representación, lengua... se percibirá que quien era arrojada fuera de las fronteras [léase la escritura], la errante proscrita de la Lingüística, nunca dejó de obsesionar al lenguaje como su primera y más íntima posibilidad. Entonces se escribe en el discurso saussuriano algo que nunca fue dicho y no es otra cosa que la escritura como origen del lenguaje"... (Derrida; 1998:56). Con respecto a la imposición de cierto modelo de escritura [léase, la escritura fonética] y a algunos de sus rasgos en otros pasajes de sus formulaciones podemos leer: "No hay una escritura pura y rigurosamente fonética. La escritura llamada fonética no puede en principio y de derecho, y no sólo por insuficiencia empírica o técnica, funcionar si no es admitiendo en ella 'signos' no fonéticos (puntuación, espacios, etc.) de los que dará cuenta enseguida al examinar la estructura y la necesidad, que toleran muy mal el concepto de signo. Mejor, el juego de la diferencia que Saussure sólo ha recordado que es la condición de posibilidad y de funcionamiento de todo signo, este juego es en sí mismo silencioso. Es inaudible la diferencia entre dos fonemas, lo único que les permite ser y operar como tales... La diferencia que hace separarse los fonemas y hace que se oigan, en todos los sentidos de esta palabra, permanece inaudible" (Derrida; 1994:40-41).
  31. Significado y significante reenvían a algo que los excede: la huella y otros elementos que pertenecen al sistema.
  32. En otros términos, el problema del origen o de la archi-huella no constituye un objeto de conocimiento posible para nosotros.
  33. En este punto valen las siguientes consideraciones: 1) como señaláramos, para Derrida la huella no tiene original, sino que, por el contrario, es huella de una huella anterior. Con lo cual se instala aquí la posibilidad del juego de las diferencias; 2) con respecto al juego de las diferencias que acabamos de apuntar lo que difiere es esta huella que remite a otra en la medida en que siempre hay una diferencia. Vale decir, lo que difiere siempre es el sentido puesto que el mismo no se puede explicar. Aquí, sin duda, cobra relevancia la "noción" de differance formulada por Derrida. ¿Qué decir al respecto? En principio, de acuerdo con Derrida, puede señalarse que differance [o diferancia con a] no es ni una palabra ni un concepto y que surge en el marco de una interrogación sobre la escritura. La diferancia sería entonces como tal inmediatamente e irreductiblemente polisémica. En palabras de Derrida, en una conceptualidad y con exigencias clásicas designaría "la causalidad constituyente, productiva y originaria, el proceso de ruptura y de división cuyos diferentes o diferencias serían productos o efectos constituidos"... (Derrida; 1994:44). Sin embargo, lo que también entra en juego aquí tiene que ver con un desajuste espacio-tiempo. Vale decir, estamos ante un doble movimiento, a saber: una diferancia como temporización y una diferancia como espaciamiento. Parafraseando a Derrida cobra relevancia preguntarse por el cómo se conjugan estas dos dimensiones. Pues bien, en la medida en que estamos instalados en la problemática del signo (y, por extensión, del lenguaje) y de la escritura debemos partir de aquí: "El signo... se pone en lugar de la cosa misma, de la cosa presente, 'cosa' vale tanto por el sentido como por el referente. El signo representa lo presente en su ausencia... cuando lo presente no se presenta, significamos, pasamos por el rodeo del signo... El signo sería, pues, la presencia diferida...la significación como diferancia de temporalización, es la estructura clásicamente determinada del signo: presupone que el signo, difiriendo la presencia, sólo es pensable a partir de la presencia que difiere y a la vista de la presencia diferida que pretende re-apropiarse. Siguiendo esta semiología clásica, la sustitución del signo por la cosa misma es a la vez segunda y provisional: segunda desde una presencia original y perdida de la que el signo vendría a derivar; provisional con respecto a esta presencia final y ausente en vista de la cual el signo sería un movimiento de mediación... Cuestionar el carácter secundario y provisional del signo, oponerle una diferancia 'originaria', tendría, pues, como consecuencias: 1. que ya no se podría comprenderla diferancia bajo el concepto de 'signo' que siempre ha querido decir representación de una presencia y se ha constituido en un sistema (pensamiento o lengua) regulado a partir y a la vista de la presencia; 2. que se pone en tela de juicio la autoridad de la presencia o de su simple contrario simétrico, la ausencia o la falta"... (Derrida; 1994:45). Ahora bien, el principio de las diferencias se presenta como condición de la significación en la medida en que afecta a la totalidad del signo (tanto la cara del significado como la cara del significante). Todo concepto está inscrito en un sistema en el interior del cual remite a otros conceptos por un juego sistemático de diferencias. Con lo cual, al decir de Derrida, la diferancia (o differance) ya no es simplemente un concepto sino "la posibilidad de la conceptualidad, del proceso y del sistema conceptuales en general... lo que se escribe como 'diferancia' será así el movimiento de juego que 'produce'... estas diferencias, estos efectos de diferencia" (Derrida; 1994:46-47). Si reparamos en lo apuntado hasta aquí se pone de manifiesto que: la diferancia no es un concepto; es lo que hace que el movimiento de la significación no sea posible más que si cada elemento llamado presente se relaciona con otra cosa "guardando en sí la marca del elemento pasado y dejándose ya hundir por la marca de su relación con el elemento futuro, no relacionándose la marca menos con lo que se llama futuro que con lo que se llama pasado, y constituyendo lo que se llama el presente por esta misma relación con lo que no es él"... (Derrida; 1994:48).A esta constitución del presente como síntesis de marcas, de rastros Derrida propone llamarla archi-escrituraarchi-rastro o diferancia. En palabras del mismo Derrida "Esta (es) (a la vez) espaciamiento (y) temporización" (Derrida; 1994:49). En este punto el problema de la diferancia va migrando progresivamente hacia el campo de la metafísica y de la problemática del Ser en la medida en que no aparece como un existente-presente sino como el simulacro de una presencia que se disloca y desplaza a punto tal que el borrarse pertenece a su estructura; por esta razón y dadas nuestras limitaciones para abordar el tema remitimos aquí a Derrida (1994). Véase sobre todo págs. 37 a 62.
  34. Partimos de esta afirmación (o supuesto) al margen de si estamos de acuerdo o no acerca de lo enunciado en ella y sobre todo, acerca de la capacidad del lenguaje para representar el mundo. Dijimos ya que Derrida cuestiona esto último al punto de negar el referente y que, como señaláramos anteriormente, el pragmatismo de Rorty se orienta en esta misma dirección. Véase sobre todo Rorty (1996).
  35. En este punto resulta pertinente introducir un pasaje de Válery citado por Derrida a propósito de la exactitud unívoca (fallida, por cierto) en esa lengua puramente formal que busca y pretende la filosofía para conjurar la dispersión: "El vocabulario filosófico ordinario no ofrece este vicio de afectar necesariamente las apariencias de un lenguaje técnico, mientras que las definiciones verdaderamente precisas le faltan no menos necesariamente... Es imposible asegurarse de que sentidos únicos, uniformes y constantes correspondan a palabras como razón, universo, causa, materia o idea. Resulta muy a menudo que todo esfuerzo por precisar la significación de términos semejantes conduce a introducir, bajo el mismo nombre, un nuevo objeto de pensamiento que se opone al primitivo en la medida en que es nuevo" (Derrida; 1994:333).
  36. Utilizamos contener en la acepción de detener, retener, frenar, etc.
  37. Para Derrida este desbordamiento y esta borradura del lenguaje y de sus límites son un único y mismo fenómeno.
  38. Cuando Derrida habla aquí de sistema(s) lingüístico(s) creemos que no utiliza esta noción en un sentido restringido como lo haría un Saussure; por tanto, de acuerdo a nuestra lectura y teniendo en cuenta que se trata de todos los signos posibles que pueden venir a significar cualquier experiencia humana (sean signos lingüísticos o no; sean signos gráficos o no), en Derrida está noción sería extensible a todas las formas de lenguaje que conformarían la "archi-escritura".
  39. Ni de ningún sistema del cual sea condición de posibilidad.
  40. Consecuentemente con esto, no debe extrañarnos ahora que Derrida incluya también en la "archi-escritura" toda experiencia humana capaz de manifestarse como un lenguaje al punto de sostener que ,en tanto sujetos, llevamos marcas en el cuerpo.
  41. Para Derrida la pretendida derivación de la escritura sólo ha sido posible a partir de una condición: que el lenguaje "original", "natural", etc. nunca haya sido intocado por la escritura, "que él mismo haya sido siempre una escritura [léase, archi-escritura](Derrida; 1998:73).
  42. En este punto, sin duda, puede señalarse una filiación con Nietzsche: la escritura impone formas de mirar el mundo, formas de la verdad. Estamos, pues, frente a una idea relativista de la verdad. ¿Por qué? Pues bien, si de acuerdo a Derrida todo conocimiento es plural, la verdad sólo puede entenderse a partir de la diferencia. Para una lectura más detallada acerca de la noción de verdad y su puesta en tensión remitimos a Derrida (1998). Véase sobre todo págs. 16 y s.s.
  43. Sin que esta pretensión signifique dar por acabada la discusión que gira en torno a la problemática del lenguaje y de la escritura.
  44. Por cierto, fascinante y abrumador al mismo tiempo.
  45. Como el lenguaje de la Física.
Bibliografía

Barthes, R.. (1999) El Grado Cero de la Escritura, Siglo XXI, México.
Del Barco, Oscar. (1993) "Macedonio Fernández o el milagro del ocultamiento". In: Museo de la Novela de la Eterna, Colección Archivos, Madrid. Edición Crítica: Ana Camblong- Adolfo de Obieta, coordinadores, p. 463 a 471
Derrida, J. (1998) De la gramatología, Siglo XXI, México. [quinta edición en español. Primera edición en francés, 1967, les éditions de minuit].
------(1995) Khorá, Alción, Córdoba.
------(1994) Márgenes de la filosofía, Cátedra, Madrid.
Foucault, M. (1999) Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México. 
García Suárez, Alfonso. (1997) Modos de Significar. Una introducción temática a la Filosofía del Lenguaje.Tecnos, Madrid.
Jitrik, Noé. (2000) Los grados de la escritura, Manantial, Buenos Aires.
Putnam, Hilary. (1998) Razón, Verdad e Historia.Tecnos, Madrid.
------(1995) Representación y Realidad. Un balance crítico del funcionalismo. Ed. Gedisa, Barcelona.
Rorty, R. (1996) Consecuencias del pragmatismo.Tecnos, Madrid.
------(1997) ¿Esperanza o Conocimiento? Una introducción al pragmatismo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

fuente: http://www.astrolabio.unc.edu.ar/articulos/estudiosdeldiscurso/articulos/cardozo.php

Diez reglas para escribir según Nietzche

   Entre el 18 y el 24 de agosto del 1882, Friedrich Nietzsche acuñó diez reglas para la escritura, una especie de manual que pretendía sentar las bases para una expresión escrita correcta, clara y genuina.
   Este decálogo fue enviado por el filósofo a través de cartas a Lou Andreas-Salomé, intelectual, escritora y psicoanalista rusa, musa de muchos pensadores y artistas de su época, mujer de la que Rainer Maria Rilke y, según algunos, Freud estuvieron enamorados, y a quien Nietzsche hizo su protegida y propuso matrimonio la segunda vez que la vio; ella lo rechazó y su amistad terminó, pero siempre guardó un gran respeto por el filósofo y su obra.
    Sería precisamente Lou Andreas-Salomé quien, más de 20 años después, publicaría este decálogo titulado Hacia la enseñanza del estilo (Toward the teaching of style).
    En estas diez reglas podemos percibir un gusto por el aforismo, por los conceptos oscuros, y una vena evidentemente filosófica, en particular cuando Nietzsche habla de la vida y de las ideas en sí mismas —con las cuales, según él, uno siempre debe estar comprometido. El filósofo también recalca la importancia de que el escritor considere al lector al momento de escribir.
A continuación, el decálogo del filósofo:
1. La vida es una necesidad primordial: un estilo debe vivir.
2. El estilo debe ser concebido tomando en cuenta a la persona específica con la que te quieres comunicar. (La ley de la relación mutua).
3. Primero, antes de escribir, uno debe determinar con precisión “qué se quiere decir y presentar”. La escritura debe ser sólo una imitación.
4. Como el escritor carece de los recursos que tiene el orador, deberá por lo general, hacer una presentación expresiva de su modelo. De cualquier manera, la presentación escrita de éste, siempre resultará más apagada que el modelo en sí mismo.
5. La riqueza de la vida se revela a través de la riqueza gestual. Uno debe aprender a considerar todo —la extensión y ritmo de las oraciones, los signos de puntuación, la selección de palabras, las pausas, la secuencia de los pensamientos—, como lo hacemos con los gestos.
6. ¡Te cuidado con la puntuación! Sólo las personas que tienen una respiración larga al hablar se merecen el punto. Para la mayoría, el punto es una afectación.
7. El estilo debe probar que uno cree en una idea. No solamente que uno la piensa, sino también que las siente.
8. Entre más abstracta es la idea que se quiere expresar, más importante es guiar los sentidos del lector hacia ella.
9. La estrategia de un  buen escritor de prosa consiste en la elección de los medios que lo acerquen lo más posible a la poesía, sin tocarla.
10. Privar al lector de las objeciones más obvias no es una manera eficaz, ni inteligente. Permitir que el lector pronuncie la quintaesencia de nuestra sabiduría es una mejor y más inteligente manera de hacerlo.

EL ARMA DE CHÉJOV: TODO ELEMENTO TIENE UNA FUNCIÓN

Fuente:   https://www.escueladeescrituracreativa.com/teoria-literaria/el-arma-de-chejov-ejemplos/ El “arma de Chéjov”, o “pistola de C...